jueves, 6 de marzo de 2008

La grieta en el espejo

Es inútil buscar una grieta en el muro para meter los dedos y tirar a los lados con el único objeto de mirar, lo sé, pero cada vez que me lo encuentro de morros, como si no fuera yo hacia él, como si fuera el propio muro el que se erige sobre mí, separándome de la humanidad que me niego a aceptar en toda su aglomeración de sentimientos, entonces una vasta extensión de emociones me quema las pupilas, hasta que a veces sólo me apetece llorar por no ser capaz por mucho que lo intente y me choque contra la pared, rompiéndome y destrozándome, porque el muro es mucho más fuerte, es más real que yo, y la grieta es tan pequeña y yo me hago añicos y se me quedan los dedos colgando, y de tanto agrietarme sólo soy polvo y el muro se mantiene erecto. Y algunas veces, sólo pasa algunas veces, una fina brisa de aire introduce cada mota de mis restos a través de la grieta. Algo así como alcanzar el nirvana. Todo esto podrás comprobarlo cuando me veas, pero si no te fijas bien sólo verás a un hombre llorando delante del espejo.

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