domingo, 20 de abril de 2008

Capicúa

Ayer te asesiné. Tú no te diste ni cuenta. Probablemente estabas tomando una cerveza tranquilamente cuando sucedió todo. Pensando en esas cosas que sueles pensar cuando te distraes, cuando miras unos segundos a un lugar indefinido que descansa entre lo que te rodea y tu cuerpo, un espacio sordo y mudo que se ofrece únicamente a tu mirada. Fue justo en ese momento, sí. No hubo sangre. No hubo dolor. Ni siquiera tuve que acercarme. Sólo un deseo bastó para acabar contigo. Pero no quiero que pienses que por eso resultó más fácil. Ni mucho menos. Entiende que tenía que hacerlo de una forma en la que ninguno de los dos nos diésemos cuenta. Y por eso hoy te has (nos hemos) despertado de forma normal y crees que sigues con vida. Que te quede claro: sigues con vida porque no eres consciente de que has muerto. Bueno, quizás deberías plantearte algunas cosas. Lo primero, que si has (hemos) muerto quizás no es muy conveniente comportarte como los vivos. Lo segundo, la razón de tu (nuestro) asesinato. Fue sin querer. No fue un acto premeditado ni planeado en ningún momento, ni tuvo una gran expresión material, es más, dudo que lleguemos a descomponernos en mucho tiempo, seremos como trozos de carne sin alma hasta que nos descubran y decidan que debemos estar enterrados, nos encierren en un bonito par de ataúdes, nos entierren a cientos de kilómetros de distancia, cada uno en su puta casa, como si jamás hubiésemos compartido, qué sé yo, un trago de café o una idea. Entonces recordaré algo, una escena común en algún rincón de esta bola estelar donde hemos nacido. Y ese, justo ese, será nuestro punto de retorno, porque lo necesitaremos cuando estemos (esté) tan solos (solo) bajo tierra. Y el asesinato que me ocurrirá desde ese momento no nos importará. Aunque tú seas mi matarife. Aunque me pilles de improviso un día (por ejemplo, ayer) tomando una cerveza, mirando ese lugar que tú conoces que es sólo para mí. Aunque ya tenga el certificado de defunción sobre la mesa. El mío, el tuyo, el nuestro, qué más da.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegro de que estés mejor. Sólo algo que objetar, ese lugar al que te refieres, en modo alguno es mudo...

F

Anónimo dijo...

A cuántos habremos asesinado de ese modo y ni siquiera son conscientes de ellos... Ni lo serán. Son más felices viviendo su realidad, y nosotras más felices con la nuestra.

O no...