domingo, 15 de febrero de 2009

Ikea

Puede que el verdadero nacionalismo sea algo tan simple como atrincherarse en el salón de tu casa.
Previamente habría que diseñar una bandera que resulte atractiva, nada demasiado hortera o extravagante que no pueda combinarse con la ropa cuando uno salga por ahí a hacer orgullo patrio, confeccionada a partir de una sábana vieja pero lustrosa, para después colgarla del balcón o, en su defecto, de la cuerda de tender la ropa; y también sería necesario dibujar unas fronteras bien delimitadas, basta con unas líneas rojas discontinuas en los alféizares de las ventanas y en la puerta del hall, donde puede acompañarse la correspondiente línea roja de un paso fronterizo como Dios manda: con barrera levadiza, y un guardia fronterizo al que habrá que pagar su salario correspondiente, según dicten nuestras propias leyes.
Tampoco hay que olvidarse del nombre, un lugar independiente tiene que hacerse respetar y cómo va a hacerse respetar un país que se llame Pepelandia o Disneylandia. Nada de nombres propios mutados por obra y gracia de los sufijos, no. Lo que hay que hacer es construir un nombre mezclando letras del abecedario hasta que se forme una palabra que no evoque absolutamente nada, para que sólo pueda ser identificado con nuestra región. Así por ejemplo: Fertobia, Runtipolia, Terana, Yofoja... siempre teniendo cuidado con las posibles rimas que pueden construirse con el nombre correspondiente con vistas a evitar mofas. Después hay que hacerse con suficientes víveres como para sobrevivir un largo tiempo sin tener que salir al extranjero. No olvide la provisión de drogas (legales e ilegales). El menudeo puede ser una fuente ilícita de ingresos muy adecuada para estos tiempos de recesión. Asimismo, saque todo el dinero de su banco de confianza, métalo en una maleta y llévelo a su piso.
Una vez hechos los preparativos, hay que declarar la independencia. Con una llamada a los vecinos bastará. Tampoco hay que darse mucha más publicidad que luego la gente se pone tonta y mandan a la policía y te ilegalizan todo en un plis plas. Además es posible que haya que soportar no sólo el acoso de la policía extranjera sino también de los vecinos, haciéndose pasar por turistas inoportunos en busca de un poco de sal para condimentar vaya usted a saber qué. Por eso es importante tener un guardia fronterizo en condiciones, que les exija pasaporte y demás documentación en regla.
Ya atrincherado, un nuevo mundo de oportunidades se abrirá para usted: crear una selección nacional de su deporte favorito, que entrenará donde tenga a bien (natación en el baño, atletismo en el pasillo, lucha libre en la cama...), fiestas nacionales con sus correspondientes actividades: día de la PlayStation, día de las películas (bajadas de Internet), día de la Independencia (una botella de güisqui bastará para celebrarlo)..., firmar leyes a su gusto...
No olvide que en su situación usted deberá mantener relaciones diplomáticas con el exterior, para lo cual es muy importante que tenga usted acceso a Internet y al menos un teléfono. Tiene que tener cuidado con los precios abusivos que compañías extranjeras intentarán imponerle sin tener en cuenta las leyes promulgadas por su autogobierno, por lo que debe ser firme en sus discusiones con los teleoperarios con los que, por desgracia, mantendrá tensas disputas para conseguir una oferta más justa para su país, con líneas musicales de lo más melosas que intentarán distraerle de su objetivo: un precio económico, así que tendrá que abstraerse de esos cantos de sirena como un Ulises cualquiera.
Pasarán los años y, con un poco de suerte (siempre que evite las visitas de los médicos y sus diagnósticos de esquizofrenia paranoide), llegará el día en que su país sea conocido como un paraíso (fiscal, terrenal, sexual... no importa mientras se considere paraíso), serán los tiempos del aperturismo, tiempos felices, los tiempos de las borracheras en el salón y el sexo sin condón, y así será el momento oportuno para formar una Verdadera Familia Real (valga la redundancia entre verdadera y real), que le permita perpetuar su Estado más allá de su vida, y así sus hijos mirarán con orgullo la bandera que cuelga del balcón, ese bendito trozo de sábana que ondea contra el mundo mientras usted espanta a las palomas que la pueblan y se ríe pensando en su vida anterior y en todas las bagatelas a las que ha renunciado por este hermoso sueño de 80 metros cuadrados, su propia nación.

No hay comentarios: