martes, 17 de marzo de 2009

Cerrojos

Cuando escuché el sonido de la llave en la cerradura de mi casa, ese traqueteo sibilino de aquella llave, la cual, obviamente, no era la mía (lo comprobé inmediatamente de un vistazo: la había dejado en la mesa del recibidor, como tenía por costumbre), penetrando a rastras en mi cerradura como una serpiente, y después escuché los golpes de metal que me decían que efectivamente el mecanismo coincidía, que todo aquello estaba girando y se iba a abrir de un momento a otro, no pude hacer otra cosa que recordar que la única copia que había de la llave la tenía mi madre. Sin embargo yo ya había descartado que fuera ella la que estaba irrumpiendo sin previo aviso en mi piso, siendo un sábado a la una y media de la madrugada. Pensé en que alguien podía haber robado la llave a mi madre para hacer una copia furtiva y así poder colarse en mi casa pero, en tal caso, ¿cómo sabía que esa llave correspondía a mi piso? y, sobre todo, ¿por qué nadie iba a querer entrar en él? Cavilando así me acordé (la llave estaba llegando ya al final del giro) de aquellas noches en las que salía de paseo e intentaba probar una teoría que había dejado de practicar: suponía que no podían existir infinitas formas de un mismo modelo de llave, con lo cual tenía que existir alguna cerradura en algún lugar que coincidiera con mi llave. Así que me iba a un lugar distinto de Madrid cada noche y probaba en un portal tras otro si coincidía mi llave, procurando que nadie me viera para evitar llamar la atención y que aquello pareciera lo que no era. Concretamente recordé la noche de sábado en la que conseguí abrir un portal y me colé en los descansillos. Aquella noche, lo recuerdo ahora mismo con claridad, embargado por la emoción, subo, no sé por qué, hasta el cuarto piso y me sitúo enfrente de una puerta, una puerta cualquiera, y miro mi llave y miro aquella cerradura, miro el reloj: la una y media, probablemente no haya nadie despierto, así que me decido a probar la gran casualidad: dos cerraduras consecutivas, y meto la llave con cuidado, resbala como una serpiente por el agujero, gira, y yo feliz, feliz como nunca, me dispongo a encontrarme conmigo mismo.

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