jueves, 19 de septiembre de 2013

La primavera

Lo mejor del invierno es que después no queda casi nada. Sólo un lienzo en blanco sobre el que escribir un nuevo año. Es el campo de batalla después de la derrota. El punto y aparte. Uno abre las cortinas, pesadas y opacas, dejando pasar la luz espesa entre la mierda que flota en el aire enrarecido de este edificio. Son motas de polvo, y hay muchísimas después de toda una vida aquí encerrado. Podría acabar con toda forma de vida usando la capa de sustancia gris que se queda pegada a la yema de mi dedo según lo deslizo sobre un mueble cualquiera. Así que esto es lo que yo una vez llamé hogar, esto es lo que yo llamé vida. Nada que no se pueda solucionar con una escoba y una bola de demolición. Aquí, en este templo, he rezado yo a seres imaginarios. Aquí he sacrificado mis sueños en su altar. A mi Abraham particular no hubo Dios que lo parara. Bienvenidos a mi templo. Bienvenidos a mi cementerio de esperanzas. En breves instantes asistiréis a su destrucción. Pasen por taquilla. En occidente hacemos negocio con las desgracias ajenas y propias. Es lo que conocemos como capitalismo. O como Ley de la Oferta y la Demanda. Consiste en poner un precio muy caro a algo que la gente no quiere ver para que crean que sí que quieren verlo. Les dices que es que ver demoliciones es algo muy demandado y te forras. Luego puedes justificarlo diciendo que la gente es así, muy morbosa. Por favor, ocupen su localidad. Una explosión controlada en realidad no tiene ninguna emoción. Hay un perímetro de seguridad, y todos estamos fuera de peligro. Es como ver una película o leer un libro. La emoción que te puede provocar una obra artística es autoinfligida: una mentira que te cuenta alguien y tú te esfuerzas en creer. En realidad la posibilidad de que sangres con un libro no está más que en lo afiladas que estén las hojas. Por muy fuerte que sea esta explosión tú estás en tu burbuja, protegido por la apestosa realidad. Eres un bebé embadurnado de polvos de talco, con el pañal limpio recién puesto y listo para ver algo terrible a una distancia prudencial. Ocurre cuando ves el telediario. Ocurre cuando lees una obra de ficción. Cuando juegas a un videojuego de esos terriblemente violentos, casi tan violentos como la realidad. Aprenderás a morir en la ficción pero cuando llegue el momento de tu muerte no estarás preparado. En fin, espero que disfrutéis del espectáculo, aunque antes he de confesaros algo. Atención: detonación en cinco. Confieso que os he engañado. Cuatro. Porque no hay edificio que demoler. Tres. No hay una cantidad controlada de explosivo. Dos. No hay un perímetro de seguridad. Uno. Y no hay nada después del invierno.