jueves, 17 de abril de 2014

:)

"Jajaja." Esa fue su respuesta y no habría tenido la menor trascendencia.  Porque qué va a contestar quien sea si me hago el gracioso, si aprovecho mi ingenio para hacer alguna puntualización jocosa o con la ligera intención de elevar suavemente la comisura de los labios. La sonrisa más tenue en el lenguaje aséptico del chat frecuentemente se traduce por la onomatopeya de una carcajada o en su defecto por el icono de una cara sonriente. A veces, incluso, la persona escribe "jajaja" con el rictus completamente serio e imperturbable. Dicha disociación es harto frecuente y no parece afectar por el momento a las relaciones personales, dado que fuera de las telecomunicaciones escritas sigue existiendo la carcajada, la risa y la sonrisa silenciosa. Sin embargo, no conocemos todavía los efectos de toda esta contención emocional a largo plazo. Tras generaciones de personas educadas a la luz de su pantalla táctil, personas con cuenta de Facebook antes que DNI, personas que vivirán como normal escribir "jajajaja" con los labios apretados y rígidos y el ceño fruncido, personas de carcajadas transcritas con la frialdad de un cirujano, porque las risas escritas suelen ser, en fin, reflexionadas, y a veces no son más que una mera formalidad, la única forma de engrasar la conversación, son la respuesta cuando no queda nada más que decir, el punto y final de una charla que hacía tiempo que existía única y exclusivamente por culpa de la inercia, y en verdad es natural que el lenguaje evolucione tras unas cuantas generaciones de personas que se rían en silencio con la mirada fija en una pantalla, y es posible que después de todo eso no nos quede otra forma de expresar nuestras emociones que con un emoticono apropiado, y así es cómo me di cuenta de que en realidad no importa que haya un poco de ficción en la matemática informática del chat. Porque a fin de cuentas qué importa que el "jajaja" no se corresponda con alguien con los ojos cerrados, la nariz levantada y la boca abierta sin control y pronunciando el estruendo inconfundible de la alegría. Da igual porque el efecto es el mismo, la magia está en que es una mentira consentida y compartida. No importa que el interlocutor esté sentado en el váter concentrado en su fisiología. Tú lees "jajaja" y la imaginación pone todo lo demás. Pero ella respondió "Jajaja." y eso lo cambió todo. No habría tenido la menor trascendencia de no ser por el signo de puntuación. Un punto. Un punto quiere decir que sé que estoy escribiendo, que soy consciente de cada tecla que pulso. Que no me estoy riendo. Que te estoy escribiendo "jajaja" como quien añade un ítem a la lista de la compra. Es una declaración soterrada: sé que me tengo que reír y lo estoy haciendo y tú sabes que esto es así por una convención que hemos creado de forma tan natural en este medio artificial. Un tomatazo al actor principal. Alguien señala y dice que el rey no lleva puesto ningún traje, que está desnudo. Escribo dos puntos y cierro paréntesis. Cae el telón. 

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