domingo, 3 de noviembre de 2013

Génesis

En aquel momento, todo era posible. Con el amanecer a sus espaldas, las palabras proyectaban largas sombras a través del campo blanco de la nada. Eran jóvenes y la euforia de su interior las empujaba a golpearse unas a otras entre gritos y con toda esta algarabía se hacía difícil entender el significado de aquello, si es que había algún significado más allá de las emociones que explotan, las mandíbulas apretadas y los músculos del cuello que se tensan como cabos izando velas, y las salpicaduras de da-igual-qué por toda la piel. Las palabras rodaban ladera abajo dejando un rastro de letras y signos de puntuación desparramados por doquier: la transcripción del balbuceo de un bebé, como saliva transparente que resbala por las curvas de un chupete recién inaugurado. Quizás os suena la historia: comienza como un rumor lejano, un murmullo que equivale a un ejército que se acerca galopando desde el rincón más profundo de vuestro cráneo, un montón de soldados a caballo que asoman por el horizonte y que te invitan a reproducir el temblor sobre un lienzo en blanco, y cuando te quieres dar cuenta los tipos ya han salido fuera y han conquistado lo que fuera que estuvieras haciendo, y ves una tímida bandera ondeando sobre un encabezado. Al principio sólo son palabras, sin contexto, sin orden, sin objetivo: una muchedumbre que no sabe a dónde tiene que tirar los cócteles molotov. Algunas dejan que se les pegue algún sufijo o prefijo, otras van perdiendo acepciones mientras corren por los campos vacíos. Las hay que se pierden por el camino y nunca más vuelven. Conforme avance el tiempo, el sol llegará al cénit y llegará el momento en que las palabras se detengan un momento y empiecen a pensar en su futuro. ¿Qué va a ser de mí? ¿Tengo algún significado? Es el momento en que buscan compañeras de viaje fieles, abandonan las locuras de su juventud, y empiezan a emparejarse como pueden para formar todo tipo de frases. Ya no corren tanto, ahora procuran buscar un objetivo, aunque sea a corto plazo, y así poco a poco van tendiendo nexos entre sí, y envejecen poco a poco sin poder separarse unas de otras hasta que al final se quedan muy quietas conformando párrafos, capítulos, obras enteras; mirando la puesta de sol, notando sobre sus letras los últimos rayos de sol momentos antes de fosilizarse y constituir un nuevo hito en la historia de la literatura universal: así, sin mayúsculas, ni gloria, ni nada.

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