miércoles, 27 de septiembre de 2017

Muera España

Rojo y amarillo combinados en una proporción precisa, decidida, oficial.  Cuanto más sopla el viento,  más se estira ella, agarrada al mástil, más ondea al estilo de las olas que lamen las costas de todo el planeta. Para que funcione es preciso el dinamismo del aire, la agitación de la bruma, que se mueva con vehemencia aquello que no se puede ver. Es algo proporcional: funciona bien con una pequeña brisa, pero funciona mucho mejor con un ciclón de categoría 5. 
Sus raíces son aparentemente profundas, o al menos deben serlo, ya que el palo que la sostiene debería aguantar los embates de las rachas de viento. Sin embargo esa no es su única característica. También debe poder ser transportable, puesto que nunca se sabe en qué tierras extrañas habrá que clavarla para reafirmarse, para convertir lo desconocido en algo un poco menos terrorífico. Da igual que pises América, Perejil o la Luna. Además, su patrón sencillo, como un cuadro de Rothko, es fácilmente reproducible (para evitar contradicciones es recomendable recortar la etiqueta que reza «Made in China»). Después, como esquejes de un ficus, solo necesitas el sustrato correcto para que se multiplique. Eso sí, si el sustrato no es el adecuado no importa mucho porque, como ocurre con todo lo que es manipulable, puedes fertilizar el lugar con un poco de abono antes de proceder al izado. No hace falta ser muy cuidadoso con el tipo de abono, prácticamente cualquier tipo de hez sirve para preparar el terreno.
Ella es una especie de portal entre el mundo de los conceptos y el mundo real. Igual que una cruz representa al dios cristiano, el concepto que ella representa no es algo tangible. Un símbolo bajo el que es fácil ceder. Quién necesita pensar cuando puede dejarse llevar por semejante combinación cromática. Identifícate con ella, dicen sus súbditos. Bésala, te dicen. Pero para qué besar una tela que no tiene labios, que no late ni respira. Y lo que quizás es más embarazoso: ¿dónde hacerlo?
Los fieles no necesitan preguntarse nada. Como cualquier religión que te represente, te facilita mucho la vida. Elimina toda reflexión. Es más fácil aceptar una consigna del bando que te corresponde sin cuestionarla. Repite el chiste que viste en Twitter contra los que defienden otra tela pigmentada diferente. Sois un poco diferentes, de acuerdo. Quizás por el idioma y por algunas fiestas tradicionales. Pero no te engañes. En realidad sois tan parecidos. Todos estáis atados a un símbolo que ondea al viento. Os habéis convertido en mástiles. Seres inertes cuyo única razón de ser es sostener una representación abstracta que se amolda a cualquiera que se menosprecie. Talla única. Unisex. Una cosa que funciona mejor cuanto más fuertes sean las ventoleras. Mirad, mirad qué bien funciona ahora. Mientras alguien grita «viva España», otros esperan que se muera. Y yo sonrío con amargura. Porque sé que una nación no existe más que como delirio colectivo.
Las coloridas banderas ondean con fuerza. Yo salgo a la calle con la idea de aprovechar el huracán para sacar mi cometa gris. Nunca se sabe cuándo volverá otra oportunidad como esta para echarla a volar.