Estimados ciudadanos:
Las reglas están para cumplirlas y para engañarnos a nosotros mismos diciéndonos que están para romperlas. Para evitar la frustración que provoca este hecho, les aconsejamos que protesten. Tienen derecho a protestar aunque no valga para nada. Es gratis y relaja las tensiones acumuladas durante la vida diaria. No se preocupen por la logística. La jerarquía contra la que van a protestar les proporcionará los medios, ustedes sólo tienen que escoger el tema. Últimamente están de moda el paro, la crisis económica, los bancos, los árbitros de fútbol y los políticos. Hay temáticas de protesta que no parecen caducar: el maltrato animal, las centrales nucleares, las guerras, la religión, el hambre en el mundo subdesarrollado, el terrorismo, los alimentos transgénicos, el cambio climático o los árbitros de fútbol. Por supuesto, no tienen por qué ceñirse a estas meras sugerencias y deben ahondar en su propio malestar, no vaya a ser que haya algo que se nos haya pasado por alto y no se haya puesto de relieve, de relieve suficiente como para generar corrientes de opinión, y así ustedes puedan arrojar un poco de luz sobre algo tremendamente susceptible de ser cambiado, algo cuya trascendencia la gente común, el vulgo, no parece haber entendido, algo que debe salir en los telediarios, que debe ser motivo de insomnio o de tertulia en la barra de un bar. Una vez escogida la temática, hay que decidir el formato de la protesta. El formato es libre: gracias a las nuevas tecnologías pueden hacerlo vía Internet en diversos foros digitales, pero si usted es más tradicional puede salir a la calle con pancartas, hacer manifestaciones, sentadas, minutos de silencio, apagones, huelgas generales o particulares, etc. En cualquier caso la protesta, por muy tradicional que sea el formato utilizado, no debe salirse más allá de las fronteras de la expresión del mensaje. Que quede bien claro: una protesta no es una revolución. Si en el fervor de la misma sucediesen actos vandálicos o violentos, no cabe duda que la protesta será acallada por las fuerzas de seguridad del estado correspondiente. También sucederá esto en el caso de que durante la misma no se cumpla lo acordado con las instituciones que regulan previamente las condiciones de la protesta. Si, por ejemplo, el recorrido de una manifestación se ve alterado sin previo aviso, esto será suficiente para acallarla de manera rotunda. En caso de que se cumplan todas las condiciones establecidas y la protesta llegue a buen puerto (es decir, no haya heridos ni detenidos), no deben esperar ningún cambio inmediato ni reacciones políticas al respecto. Deberán conformarse con la cobertura informativa que se dará en base al número de personas que hayan asistido, cobertura que puede ser, quizás accidentalmente, engañosa y poco veraz. Pero no se indignen por ello y recuerden que la satisfacción de la protesta debe residir en el acto de protestar y en ningún modo en sus consecuencias. Si estas reglas para protestar les parecen injustas o demasiado rígidas, ya saben que pueden protestar contra ellas, siempre que se ajusten a las propias reglas.
Gracias por su atención.
Las reglas están para cumplirlas y para engañarnos a nosotros mismos diciéndonos que están para romperlas. Para evitar la frustración que provoca este hecho, les aconsejamos que protesten. Tienen derecho a protestar aunque no valga para nada. Es gratis y relaja las tensiones acumuladas durante la vida diaria. No se preocupen por la logística. La jerarquía contra la que van a protestar les proporcionará los medios, ustedes sólo tienen que escoger el tema. Últimamente están de moda el paro, la crisis económica, los bancos, los árbitros de fútbol y los políticos. Hay temáticas de protesta que no parecen caducar: el maltrato animal, las centrales nucleares, las guerras, la religión, el hambre en el mundo subdesarrollado, el terrorismo, los alimentos transgénicos, el cambio climático o los árbitros de fútbol. Por supuesto, no tienen por qué ceñirse a estas meras sugerencias y deben ahondar en su propio malestar, no vaya a ser que haya algo que se nos haya pasado por alto y no se haya puesto de relieve, de relieve suficiente como para generar corrientes de opinión, y así ustedes puedan arrojar un poco de luz sobre algo tremendamente susceptible de ser cambiado, algo cuya trascendencia la gente común, el vulgo, no parece haber entendido, algo que debe salir en los telediarios, que debe ser motivo de insomnio o de tertulia en la barra de un bar. Una vez escogida la temática, hay que decidir el formato de la protesta. El formato es libre: gracias a las nuevas tecnologías pueden hacerlo vía Internet en diversos foros digitales, pero si usted es más tradicional puede salir a la calle con pancartas, hacer manifestaciones, sentadas, minutos de silencio, apagones, huelgas generales o particulares, etc. En cualquier caso la protesta, por muy tradicional que sea el formato utilizado, no debe salirse más allá de las fronteras de la expresión del mensaje. Que quede bien claro: una protesta no es una revolución. Si en el fervor de la misma sucediesen actos vandálicos o violentos, no cabe duda que la protesta será acallada por las fuerzas de seguridad del estado correspondiente. También sucederá esto en el caso de que durante la misma no se cumpla lo acordado con las instituciones que regulan previamente las condiciones de la protesta. Si, por ejemplo, el recorrido de una manifestación se ve alterado sin previo aviso, esto será suficiente para acallarla de manera rotunda. En caso de que se cumplan todas las condiciones establecidas y la protesta llegue a buen puerto (es decir, no haya heridos ni detenidos), no deben esperar ningún cambio inmediato ni reacciones políticas al respecto. Deberán conformarse con la cobertura informativa que se dará en base al número de personas que hayan asistido, cobertura que puede ser, quizás accidentalmente, engañosa y poco veraz. Pero no se indignen por ello y recuerden que la satisfacción de la protesta debe residir en el acto de protestar y en ningún modo en sus consecuencias. Si estas reglas para protestar les parecen injustas o demasiado rígidas, ya saben que pueden protestar contra ellas, siempre que se ajusten a las propias reglas.
Gracias por su atención.
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