Con vistas al futuro lejano, es recomendable cuidar bien el esqueleto. Para ello es importante evitar en la medida de lo posible las fracturas, ya que pueden llevar a ciertas deformidades antiestéticas. Las medidas básicas de prevención en este aspecto consisten en (1) evitar cualquier actividad física que no sea necesaria, como por ejemplo hacer deporte o bailar, y (2) ser sedentario sin caer en el exceso, ya que el esqueleto necesita ser movilizado para mantenerse en perfecto estado. Caminar a diario o con relativa frecuencia, sin llegar a agotarse, es una buena idea. Para mantener los huesos también es necesario consumir con frecuencia alimentos ricos en calcio desde la niñez, tales como la leche y sus derivados, y tomar el sol de vez en cuando para producir vitamina D. Evite el tabaco, un conocido factor de riesgo de osteoporosis (que con los años favorece la aparición de fracturas). Con estas sencillas medidas de cuidado, por norma general, podrá fallecer con el esqueleto en unas buenas condiciones, si bien es cierto que aquí debemos hacer un pequeño apunte, puesto que el momento de la muerte es clave. Debemos evitar las muertes violentas, pues en ellas los huesos pueden verse gravemente dañados. Por tanto, nada de peleas, nada de circular en coche a alta velocidad (incluso, si es factible, nada de circular en coche), nada de suicidarse tirándose desde la azotea, etcétera. Es verdad que hay ciertas condiciones patológicas que producen, fuera de nuestro
control, la destrucción ósea, como pueden ser las metástasis o
enfermedades reumatológicas. En caso de que uno se vea afectado por alguna
de ellas tendrá que decidir si merece la pena seguir viviendo a pesar
del progresivo deterioro óseo. Si se da la situación de que uno se quiere suicidar, por el motivo anterior o por el que sea, es mejor llevarlo a cabo con tóxicos. Esto no debería ser un problema para el suicida, ya que existe una gran variedad de sustancias que pueden ser mortales, lo que permite que el sujeto pueda elegir entre ellas la que le parezca más adecuada, sin tener que por ello poner en riesgo su sistema locomotor. En nuestra opinión es la mejor opción en estos casos. Queda por añadir que, una vez muerto, el esqueleto también puede ser dañado. Evítelo, mientras sigue vivo, dejando en el testamento bien claras las condiciones de sepelio y negándose a ser incinerado, puesto que en el proceso de la cremación los huesos se fragmentan o pulverizan.
Sea como sea, deseamos que con estas sencillas instrucciones se anime a cuidar su esqueleto. Recuerde que con el paso del tiempo y la putrefacción de las partes blandas, nuestro esqueleto quedará como única prueba física de que estuvimos aquí, dispuesto a ser descubierto por cualquiera que lo exhume. Así, llegado el momento, quién no va a querer presumir de una bonita calavera.
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