La cama deshecha. Las persianas cerradas. Etcétera.
Tengo el dormitorio atestado de recuerdos muertos. Me acuesto con ellos, los arropo, los acaricio, los penetro y quizás es por eso que tardo horas en conciliar el sueño.
Suena el despertador y me levanto con los recuerdos pegados por todo el cuerpo. Me ducho y me froto el cuerpo y van cayendo poco a poco por el desagüe. Si sigo quitándomelos de encima así acabarán por volver a atascar la cañería. Y después sería llamar al fontanero, presenciar el espectáculo: la cara de asco del tipo rascando el interior de la tubería, y luego recuerdos putrefactos en la basura, recuerdos en el vertedero, en el fondo del mar, recuerdos reciclados, todo eso. El caso es salir limpio de memorias de la ducha. Y peinarse con un nuevo peinado que mate otro montón de recuerdos en el lavabo, depositarlos en la cama, ejercer un nuevo funeral que sabe a algo bien conocido. Salir de casa, coger el bus, trabajar. Hay días que incluso llueven los recuerdos, me sorprenden en medio de una calle cualquiera y como tengo la mala costumbre de no llevar paraguas acabo empapado de recuerdos, y qué sé yo, a veces ocurre cuando paso delante de aquel restaurante, de aquella cervecería, de cualquier lugar común. Y es pegajosa la situación, volver a casa pringado y entrar en el salón y rascar, poniendo la cara de asco del fontanero, rascar contra cualquier superficie, el televisor, el sofá, la lámpara, despegándolos en la medida de lo posible de la ropa, y cuando no es posible, salir al patio interior por la noche, cuando nadie esté despierto, y lanzar la ropa a una hoguera improvisada, como en un entierro vikingo. Comprar ropa nueva, de otro estilo, otra cosa que no me recuerde nada parecido, vivir en otro sitio que no me recuerde a nada de lo vivido. No pensar en el número 114. Llegar al cuarto, cerrar la puerta tras de mí y confiar en que lo he conseguido. Tumbarme en la cama, encontrar lo de siempre. Algo se posa en mi piel. Lo observo entre mis dedos. Es una foto. Grito. La cama deshecha. Las persianas bajadas. Etcétera.
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