Le tocó a Melchor. Corona de oro, barba blanca poblada y sedosa, ojos de sabiduría. Sus manos enguantadas saludaban y repartían caramelos sobre los que los niños se abalanzaban y gritaban de éxtasis. No importaba que el termómetro marcase 0 grados centígrados o que las narices gotearan asincrónicamente su moquillo transparente, carámbanos en formación. Melchor, el primer rey mago, el que llevaba el oro, el que mejores regalos daba (salvo honrosas excepciones), estaba allí, sólo para ellos. Se agachó a coger otro puñado de caramelos y un golpe tremendo retumbó por el cielo. No se volvió a levantar. Sangre encima de los caramelos. La corona resbala de la carroza engalanada y cae al suelo. Gritos. Alguien ha grabado la tragedia, tal y como ocurrió con Kennedy. Mañana saldrá en todos los telediarios. La gente huyendo con los hijos en brazos. Como si eso sirviera para algo. Como si corriendo en estampida se fueran a olvidar de que Melchor ha muerto, de que es absurdo pedir más regalos al viejo. Como si las gotas que se congelan sobre los pedazos de dulce fueran de carmín y los reyes fueran magos. Pero nada será igual. El 6 de enero pasará a ser día de luto nacional.
1 comentario:
Le roi est mort. Vive le roi!
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