jueves, 20 de agosto de 2009

Revolución

La revolución exige un cambio brusco, profundo y violento de lo establecido. Pero en lo que nadie ha pensado es en la revolución personal. Un romper de espejos atroz cada vez que uno se enfrente con su imagen. La subversión del todo a partir de la unidad. Algo así como el marqués de Sade confundiendo el dolor y el placer. Como el esquizofrénico confundiendo realidad y ficción. O quizás no confundiendo: intercambiando. Todos a la vez, una mañana, una fecha cualquiera (que para la posteridad será resumida con la inicial del mes y el número del calendario correspondiente, tal que así: 11N, 31E, 20A). Cada uno sería una revolución y, el conjunto, el resultado de la suma. Así los tímidos empezarán a opinar y los extrovertidos tendrán vergüenza de decir lo que les parezca. Los que mantienen el orden moral empezarán a desmadrarse y viceversa. Los hombres del montón pasarán a ser minorías. Las minorías empezarán a luchar por el poder. El poder dejará de tener importancia. Los ricos pedirán limosna mientras los mendigos, triunfantes, pasarán despreciativos a su lado, ignorándoles. Dios será hombre y el cura se hará ateo. Los revolucionarios empezarán a clamar por la vuelta a la normalidad para poder conspirar como antaño. Los muertos serán enviados al espacio y no enterrados, por aquello de cambiar el orden gravitatorio del ciclo vital (la vida es la metáfora de un salto: prepararse, lanzar las piernas contra el suelo y salir lo más alto posible para después ser arrastrado a razón de g=9,8m/s2 otra vez al punto de partida, pero esta vez con nefastas e irreversibles consecuencias). Los fumadores regalarán sus cigarrillos a los que no fuman y éstos empezarán a fumar sin medida. Los enfermos tratarán a los médicos. Los gobernantes, antes de dimitir para pasar a ser mandados, derogaran toda ley existente excepto las leyes naturales, de las cuales se harán cargo sus creyentes correspondientes, es decir, los científicos, que a su vez dejarán de serlo, dejando en evidencia la falta de consenso, la falta de apoyo a cosas tan estructuradas hasta el momento como la evolución de las especies o el electromagnetismo. Dejando sin brújula cultural al progresismo, que ya no será tal. Los padres obedecerán a los hijos al volver de clase, los hijos irán a trabajar y se ganarán el pan con el sudor de su frente, si es que sigue habiendo panaderos. Los vegetarianos se pondrán hasta las trancas de costillas de cerdo. Los escritores quemarán sus libros. Los lectores empezarán a escribir. Y yo amaré a alguien como nunca lo he hecho. Al prójimo como a ti mismo (sic). Amar hasta vomitar. Si pudiera organizaría esta revolución absurda sólo para que yo lograse volver a querer a otra persona. Una revolución absurda requiere motivos absurdos. Algo así como confundir realidad y ficción, como confundir dolor y placer. Además, si ya confundí una vez el amor con la literatura, ¿por qué no iba a poder confundirlo con la revolución?

1 comentario:

Antonimo dijo...

¡viva la revolusión! ¡viva zapata!