domingo, 21 de febrero de 2010

Extinción

El 28 de diciembre yo estaba fumando en la puerta del hospital porque había ido a ver qué tal estaba Miguel después de su intervención de la hernia. El tipo que estaba a mi lado, traje gris, corbata roja, tiró al suelo con rabia su mechero de color azul y me dijo: perdona, ¿tienes fuego? Es que se me acaba de terminar mi mechero. Yo saqué el que llevaba en ese momento, un mechero de publicidad de un bareto de mala muerte, se lo tendí y él intentó encenderlo pero me dijo que tampoco iba, que muchas gracias, que ya se lo pediría a otro. Pero a ninguno de los que estábamos allí nos funcionó el mechero desde ese momento. Así que el tipo tuvo que encender el cigarrillo con la brasa de un congénere cancerígeno ajeno. No le dí la menor importancia a aquello y me fui a casa, sabiendo que Miguel evolucionaba favorablemente y todo eso. Al llegar a casa encendí el televisor e interrumpieron la emisión de un programa de la prensa rosa para dar pase a un avance informativo. Un extraño fenómeno ha empezado a acontecer por todo el mundo, dijo la presentadora, al parecer los mecheros se han extinguido. Por si acaso se trataba de una inocentada, cogí el mechero que tenía de repuesto en la cocina y era cierto: tampoco funcionaba, unas chispas que acababan en nada. Volví a la televisión: de causas desconocidas por el momento, les mantendremos informados. Apagué la tele, salí a la calle hacia el estanco. La gente se agolpaba gritando por un mechero, sólo un mechero, que funcionara. El estanquero mandaba mantener la calma mientras un grupo de chicos se pasaban un cigarrillo encendido para poder mantener el hábito tabáquico a pesar de la bancarrota mecheril. Alguien empezó a tirar piedras, y otros respondieron, unos cuantos coches acabaron destrozados a pedradas. Me fui de allí antes de que alguien me abriera la cabeza para cachearme en busca de un mechero que funcionase. Por el camino me encontré con Susana, que estaba radiante de felicidad. ¿Te has enterado?, me dijo, con esto seguro que se os acaba la tontería esa de fumar. Un tipo cabreado, que pasaba a su lado, empezó a gritarla, le dijo: puta talibán de los cojones. Yo la agarré del brazo antes de que la cosa se pusiera (aún más) fea y nos fuimos de allí, a mi casa. Encendí el televisor de nuevo, el rey estaba llamando a la calma al pueblo, asegurando que la situación se arreglaría en poco tiempo. Luego la señal de la antena se cortó y empecé a escuchar gritos por la ventana. Susana ya no parecía estar tan contenta. Cuando la señal de la tele volvió, apareció el presidente de un club de fumadores, o algo así, asegurando que como la situación se mantuviera no tendría más remedio que declarar la guerra civil. ¿Contra quién?, pensé yo. Susana me dijo: estoy asustada. Y no era para menos, tras la extinción de los mecheros se avecinaba la cruzada por el tabaco. Miles de muertos por el camino. Millones de heridos. Y el mundo entero al borde del apocalipsis.

Pero yo todavía no entiendo por qué coño nadie se acordó de las cerillas.

2 comentarios:

Yago Galleta dijo...

¡Es como Charles pero sin puntos y a parte!

Y en serio, muy bueno.

Dentro de poco aprobarán la ley que prohibirá fumar en espacios cerrados. Y cuidado que este blog lo es, y mucho.

Y sería una pena.

Anónimo dijo...

"creo que podría enamorarme de cualquier mujer que encienda los cigarros con cerillas"
Enfant Terrible.
(por desgracia)