Hoy, Don Borrón se ha olvidado de que no tiene nada que hacer. Así que se despierta, se pone de pie en medio de su cuarto, y se limita a observar una estancia que contiene (en el más amplio sentido del verbo contener) su desorden, el desorden de D.B., evitando que éste se extienda por debajo del quicio de la puerta, llegue al pasillo, ocupe el salón, las esquinas del baño, y después siga en su avance, rebosando por las ventanas, el desorden como unas cascadas que saltan a la acera, que se cuelan por las alcantarillas, y después se extiende por las estaciones de metro, afecta a la recogida de basuras, a los horarios de los comercios, de los buses, a los relojes, y cada persona llega a horas distintas a su destino, esperan o no, comen a destiempo cantidades al azar, evitando los lugares apropiados o buscándolos sin que estos aparezcan porque no están en su sitio, y el desorden sale a las afueras de la ciudad, trastocando las comunicaciones terrestres y aéreas, las fuentes de abastecimiento energético, molinos de viento en centrales nucleares, cables de la luz mezclados con las líneas de teléfono, gente que muere electrocutada al llamar a sus parientes, las bases militares también se desordenan y empieza un golpe de estado dentro de un trozo del estado, pero no manda quien debería, así que nadie sabe contra quién hay que levantarse, contra quién hay que claudicar o lo que se suponga que haya que hacer, los tanques llegan a la hora que les da la gana y cada uno a lugares distintos, con lo que hay algunos disparos como mucho por casualidad, y la clase dirigente no se entera por culpa del desorden, por lo que en los periódicos, que ya no se sabe de qué día son, no se dice nada al respecto y se habla de cosas que le han sucedido a los respectivos periodistas, titulares como: Última hora. A mi madre hoy se le ha olvidado tomar las pastillas, y la gente se informa de algo que no es importante (como si algo lo fuera antes de todo esto, vaya) o recorta los periódicos y los deja abandonados por las calles, junto a montones de fajos de billetes que ya no tienen valor, debido a la caída del valor del euro, o la caída de los mercados, que ahora no están a la altura, están a ras de suelo, se han vuelto físicos y gravitatorios, y por eso la gente lanza aviones de papel hechos con billetes por las ventanas, mientras alguien llora desesperadamente en una oficina bancaria y las doncellas recogen sus lágrimas en cacerolas de cocina.
1 comentario:
Te dejaste el corcel en el garaje, pringao.
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