(...) Llevaba bastante tiempo sintiéndome mal, así que (...)
En ese instante, mientras todavía retumbaba el diagnóstico entre las paredes de la consulta, con el médico ya comenzando a exponer las diferentes opciones de quimioterapia, yo sólo podía pensar en cuál fue el momento que detonó la enfermedad. ¿Sucedió en el preciso instante en que di cierta calada? ¿Quizás ocurrió mientras dormía plácidamente? ¿Había una fecha y una hora precisa en la que la mutación clonal se había producido, un momento temporal 0 a partir del que se produjo la aberración genética, la mutación, la amplificación, la proliferación de una nueva génesis inmortal, nacida para matar su único sustento? Y si era así, si ocurrió en un momento exacto, ¿podía haberlo evitado? Por supuesto, mis conocimientos sobre la materia eran suficientes como para saber que esto no es así, que las neoplasias son más producto de un continuum que de un suceso puntual, y que, si bien ese suceso puntual sucede (al menos teóricamente), es imposible delimitarlo, determinarlo con precisión, señalarlo con el dedo, y es imposible porque aquí no hay bibliografía ni ningún tipo de documentación que consultar, porque no hay archivos que documenten todo lo que ha vivido mi cuerpo, no hay un registro de todas las actividades que he llevado a cabo en mi vida, y no lo hay porque eso no le importa a nadie. Estaba llegando a esta conclusión cuando que me di cuenta, de pronto, de que el médico esperaba en silencio a que me decidiera por alguna opción terapeútica. Dije: usted es el especialista en hematología, me fío de su criterio. (...) Después de aquella consulta hablé con mi familia, con mis allegados. Tras la sesión de llamadas telefónicas, comprobé con horror que, efectivamente, mi vida no importaba. Que lo único que parecía importar era mi enfermedad. El estado de mi enfermedad.
En ese instante, mientras todavía retumbaba el diagnóstico entre las paredes de la consulta, con el médico ya comenzando a exponer las diferentes opciones de quimioterapia, yo sólo podía pensar en cuál fue el momento que detonó la enfermedad. ¿Sucedió en el preciso instante en que di cierta calada? ¿Quizás ocurrió mientras dormía plácidamente? ¿Había una fecha y una hora precisa en la que la mutación clonal se había producido, un momento temporal 0 a partir del que se produjo la aberración genética, la mutación, la amplificación, la proliferación de una nueva génesis inmortal, nacida para matar su único sustento? Y si era así, si ocurrió en un momento exacto, ¿podía haberlo evitado? Por supuesto, mis conocimientos sobre la materia eran suficientes como para saber que esto no es así, que las neoplasias son más producto de un continuum que de un suceso puntual, y que, si bien ese suceso puntual sucede (al menos teóricamente), es imposible delimitarlo, determinarlo con precisión, señalarlo con el dedo, y es imposible porque aquí no hay bibliografía ni ningún tipo de documentación que consultar, porque no hay archivos que documenten todo lo que ha vivido mi cuerpo, no hay un registro de todas las actividades que he llevado a cabo en mi vida, y no lo hay porque eso no le importa a nadie. Estaba llegando a esta conclusión cuando que me di cuenta, de pronto, de que el médico esperaba en silencio a que me decidiera por alguna opción terapeútica. Dije: usted es el especialista en hematología, me fío de su criterio. (...) Después de aquella consulta hablé con mi familia, con mis allegados. Tras la sesión de llamadas telefónicas, comprobé con horror que, efectivamente, mi vida no importaba. Que lo único que parecía importar era mi enfermedad. El estado de mi enfermedad.
1 comentario:
Vaya forma maravillosa de tergiversar las palabras de los demás!
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