domingo, 1 de agosto de 2010

Insonorizados

En cierto momento de la conversación ella dijo algo inapropiado y él se calló. Un silencio presuntamente neutral pero que, a efectos prácticos, era el equivalente emocional a respirar gelatina. Un silencio que aplastaba. La tumba del faraón. Catacumbas. Un velatorio. Nichos a medianoche. Los restos del bosque después del incendio. Una explosión perdida en el espacio. Pueblos deshabitados. La caída del rayo en espera de su trueno. Tapones en las orejas. Sonotones que no funcionan. Habitaciones acolchadas. Relojes sin pilas. En definitiva, silencio. Entonces ella se dio cuenta de lo inapropiado de su comentario y pidió perdón. Él dijo que no tenía importancia, pero se mantuvo a la espera de que sucediera algo más. La tensión de algo falsamente resuelto. Propiciando la decisión por parte de él de expresar los motivos por los que se enfadó. Provocando la reiterada disculpa de ella. El reconocimiento por parte de ambos de que ninguno de ellos deseaba esa situación. De que ninguno sabía cómo habían acabado así ni cómo salir de aquel callejón sin salida. El descubrimiento del dibujo erróneo de un callejón sin salida que no existe. La explosión emocional por parte de él por lo mal que lo había pasado a causa del comentario de ella. La explosión emocional por parte de ella a raíz de la explosión emocional de él. Lo pringoso de las explosiones emocionales. El requerimiento consecuente de pañuelos de papel. La feliz resolución del conflicto comunicativo. Los besos. Los abrazos. El sexo. Los orgasmos.