sábado, 16 de agosto de 2008

Backwards

Salí del bar tambaleándome al límite del equilibrio necesario para regresar de una pieza a mi casa. Pero eso pasó bastante después, unas horas antes me encontraba sentado en una mesa junto con otros dos desperdicios humanos: P.R. y R.W. El primero es un artista contemporáneo que no hace otra cosa más que regalar esculturas suyas para promocionarse mientras sobrevive a duras penas. Tengo el trastero lleno de mierdas esculpidas por él. El otro, R.W., es un director de cine independiente que no ha logrado nunca el menor reconocimiento. Jamás he conseguido tragarme entera una película suya, pero siempre le digo que son obras maestras. A fin de cuentas es mi amigo. Y bueno, yo... yo tenía un blog bastante apañado y era una auténtica promesa del mundo de la escritura, podía haber sido grande pero ahí estaba: con esos otros dos fracasados, los tres dispuestos a acabar con todo el whisky del planeta. Horas antes de que bebiéramos todo eso yo estaba en mi casa leyendo, como cada tarde desde entonces, la última carta que ella me mandó, una carta atroz: si en lugar de escribirme aquello me hubiera pegado un tiro en el cráneo le estaría mucho más agradecido. Estaba a punto de llorar cuando me llamó P.R. para quedar en el bar y claro, tuve que aceptar. En ese momento no había otra maldita cosa mejor que hacer. Días antes le había conocido en una exposición (gratuita, cómo no) donde me había regalado una escultura de mierda de esas que hace. Le dije que estaba muy bien (por cortesía) y me invitó (todavía no me explico de dónde sacó el dinero) a unas cervezas. Desde entonces no nos despegamos mucho, abonándonos a una existencia de barra de bar y discusiones sobre la esencia y la existencia que no llevaban más que a una resaca muchísimo peor. R.W., por otro lado, se unió a nuestros festivales alcohólicos en cuanto le invité un lunes mugriento. A R.W. le había conocido bastante antes que a P.R., fue en un local de alterne donde yo había ido tras leer la carta que me escribió ella. R.W. me cayó bien, no sé si por el aire mustio de sus ojos o por la cicatriz en su cara, el caso es que le invité a una cerveza en aquel antro. Días antes de aquello había dejado de escribir definitivamente en mi blog tras perder todo sueño de ser alguien en esta vida, y escribí una última carta de amor. Dios sabe que si hubiera sabido cómo iba a ser la respuesta me habría ahorrado aquel arrebato epistolar. Pero iba a dejarlo todo por mi sueño, y mi sueño no era otra cosa que estar con ella y ser felices y ya ven, aquí me tienen, acostándome ebrio como si yo fuera un imbécil más de este agujero con forma de ciudad, como si fuera otro patético personaje de esta ficción, un P.R. o un R.W. de este sucio agujero donde me he agotado, donde he dejado todo lo que era y lo que podía haber llegado a ser, pero eso a quién coño le importa. Me viene una arcada y vomito, a fin de cuentas esto es lo que hago mejor.

1 comentario:

Dias de ceniza dijo...

Helena es un sentimiento - Ramón Luque
Perdona si te llamo amor - Federico Moccia