El terapeuta dice que voy bien. Que progreso. Aunque no me dice hacia dónde progreso. Aunque a mí no me importa. Aunque a nadie le importa. Ni siquiera a ella. Hoy ella ha vuelto. Me dijo que no me echaba de menos. Que yo sólo era otro error más. Que el jefe del hospital había matado a todos. Que iba a ir a por mí también. Yo no sabía quiénes eran todos. Pero no se lo dije. No quería enfadarla. No quería que pensara que soy peor que un error, que soy un error ignorante. Aquí los días se me hacen muy largos. Las noches no. Las noches duermo. La medicina me funciona por las noches. Hoy los otros me han dicho que estoy loco. El médico y el terapeuta dicen que no piense en lo que me dicen, pero no sé en qué pensar. Hace días que no se me pone dura. Igual es por las medicinas. Igual tiene razón el alto, que dice que nos están envenenando a todos. Pero el alto está loco. Lo sé. También dice que habla con Dios. O que Dios habla con él. Lo que sea. A mí no me importa. A ella tampoco le importa. Hoy también me lo dijo. Hoy me dijo que desde nuestro último beso todo había ido a mejor. Ah, me había olvidado: me llamo Gabriel. Ella se llama Tel. Es muy guapa. Es muy buena. La última vez que la besé estuve esperando horas por ella. Sólo por ella. Fue hace unos seis meses. Ese día la mataron. Aunque supongo que eso ahora tampoco importa.
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