Acudí al confesionario y acabaron biopsiándome el alma.
Parece ser que vieron el trocito al microscopio. Después me dijeron que no le quedaba mucho.
Que la única opción era paliativa.
Pero yo me negué y opté por el dolor. Por la necrosis del ectoplasma. Por la putrefacción espiritual.
Opté por lo más difícil, lo cual por una vez consistía en no hacer nada y asistir impasible a la degeneración.
Ni siquiera me tapé la nariz.
A los pocos días, una mañana después de un apretón gastrointestinal, vi sus últimos restos flotando entre las heces.
Me quedé mirándola como quien mira algo echado a perder. Dudé qué hacer.
Al final, tirar de la cadena fue la mejor manera que encontré de apostatar.
Parece ser que vieron el trocito al microscopio. Después me dijeron que no le quedaba mucho.
Que la única opción era paliativa.
Pero yo me negué y opté por el dolor. Por la necrosis del ectoplasma. Por la putrefacción espiritual.
Opté por lo más difícil, lo cual por una vez consistía en no hacer nada y asistir impasible a la degeneración.
Ni siquiera me tapé la nariz.
A los pocos días, una mañana después de un apretón gastrointestinal, vi sus últimos restos flotando entre las heces.
Me quedé mirándola como quien mira algo echado a perder. Dudé qué hacer.
Al final, tirar de la cadena fue la mejor manera que encontré de apostatar.
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