domingo, 17 de enero de 2010

Desalmado

Acudí al confesionario y acabaron biopsiándome el alma.
Parece ser que vieron el trocito al microscopio. Después me dijeron que no le quedaba mucho.
Que la única opción era paliativa.
Pero yo me negué y opté por el dolor. Por la necrosis del ectoplasma. Por la putrefacción espiritual.
Opté por lo más difícil, lo cual por una vez consistía en no hacer nada y asistir impasible a la degeneración.
Ni siquiera me tapé la nariz.
A los pocos días, una mañana después de un apretón gastrointestinal, vi sus últimos restos flotando entre las heces.
Me quedé mirándola como quien mira algo echado a perder. Dudé qué hacer.

Al final, tirar de la cadena fue la mejor manera que encontré de apostatar.

No hay comentarios: