viernes, 1 de enero de 2010

Usar y tirar

Cojan el 2009 y arrúguenlo hasta hacer una pelota con él. Arrójenla lejos del escritorio. Un magma de papeles arrugados, desechados, olvidados en el suelo, en torno a la mesa de trabajo. Mucho papel y pocas musas. Mucho tiempo tirado a la basura. Mucho ruido y pocas nueces. Los cementerios siempre funcionan. Pongan una etiqueta al 2009 y llévenlo al depósito de cadáveres. Etiquetado y envasado por convención social. Todos los derechos reservados. El 2009 no existe, nosotros lo hemos creado, nosotros lo hemos vivido, lo hemos matado y olvidado, nosotros lo hemos impreso en los libros de Historia para poder recordarlo. No existe. Pero al menos funciona si crees en ello. El calendario es un placebo. Es algo como: se nos ha agotado el tiempo 100% puro, señor. No importa, dame un año adulterado. ¿Lo quiere bisiesto? No hace falta, pero me gustaría que acabe en cero. Como desee. Es una alucinación colectiva, una alucinación hecha de campanadas y alcohol, de deseos imprecisos sobre felicidad y prosperidad, pero en realidad no sucede nada, todo sigue igual, el tiempo avanza como un tanque, imparable, y alguien se gira en el escritorio, mira los mil y pico cadáveres putrefactos que se arremolinan en el suelo, que tiemblan en el suelo, que viven en las bibliotecas, en las hemerotecas y el papel de los periódicos se va haciendo cada vez más amarillo, pasan los días por encima de él, y no es la fecha impresa en portada, no es el año nuevo, no es el nacimiento de un 2010 de plástico, no es eso lo que nos confirma el paso del tiempo. Es el color amarillento, es el olor a polvo, es el silencio de una casa abandonada.

Porque el tiempo sólo es una forma de muerte.

2 comentarios:

Nova Persei dijo...

Ladrón de temas tópicos típicos.

Yebes dijo...

Y como sabes que cuando mides tiempo mides tiempo y no espacio?