Las cosas están más jodidas de lo que parece, insiste un tipo cuyo nombre desconozco, en el debate que aparece en la pantalla de televisión. Probablemente está hablando de política. O de religión, o de fútbol, o de arte, o de ciencia, o de sexo, o de literatura. No importa de qué y no importa precisamente porque todo es lo mismo. Por ejemplo, Arnold Schwarzenegger grabando una escena de una película hace unos cuantos años. El director le dice que se ciña al guión, que dispare (o que haga como que dispara) con cara de mala leche y maldiga a los malos. El director grita: ¡corten! La cinta se edita al final del rodaje y se proyecta en todo cine que se precie. La película se promociona. La gente va a ver la escena de Arnold Schwarzenegger. Comentan la película a la salida del cine. Piensan en la película. La película se traduce y dobla y se exporta desde EE.UU. a ese resto del mundo que tiene dinero para poder ver películas. El actor de doblaje se apropia del cuerpo de Arnold. Se promociona en cada país, se proyecta en cada país. La ecuación es exponencial. La gente contempla la escena en la que Arnold Schwarzenegger ya no actúa, vive. La imagen de Arnold se multiplica y emite simultáneamente por doquier. Después, igual que vino, desaparece. Años más tarde, una cadena de televisión cualquiera vuelve a emitir la película, reviviendo la imagen y el recuerdo. Propiciando que yo, al cambiar de canal, abandonando el debate sobre lo jodidas que están las cosas, vea a Arnold disparando a los malos y maldiciendo. Lo veo y sé que es austriaco, culturista, actor, republicano y gobernador de California. Sé todo eso pero me da igual. Soy consciente de que lo sé y nunca quise saberlo. Nunca busqué información sobre él, pero la información acabó viniendo a mí, como una enfermedad infecciosa. Y pienso en Arnold Schwarzenegger, introducido a la fuerza en la mente de todo el mundo, pienso en él como en una proyección, como en una cadena de montaje, Arnold ganando Mr. Universo, Arnold actuando en Poli de guardería, Arnold actuando en un mitin de campaña, Arnold quieto mientras sus músculos se reblandecen por culpa de la vejez, pienso hasta que llego a preguntarme: "¿y qué pensará él de todo esto?" y tengo miedo porque probablemente él no se haya planteado jamás nada de todo esto y porque ni siquiera yo sé muy bien qué es todo esto, y así, finalmente, decido que sí, que las cosas deben estar más jodidas de lo que parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario