La primera premisa y más importante, antes de encender el primer cigarrillo, es que usted esté seguro no sólo de que ha aceptado que va a morir más tarde o más temprano, sino también de que ha aceptado que no le importa que la causa más probable de su muerte vaya a ser el tabaco. Si así sucediera usted debe ser consciente de que morir por esta causa supone intensos dolores y sensación de ahogo. Por ello se recomienda que no fume si usted no quiere morir ahogado. Es importante hacer hincapié en este punto, porque si usted no está seguro de esto lo más probable es que decida dejar de fumar dentro de unos años, y dejarlo es mucho más costoso que empezar. Nunca empiece algo que sabe que no va a poder llevar a sus últimas consecuencias (y este es un consejo que no sólo se puede aplicar al hábito tabáquico sino también a todas las vicisitudes vitales).
Siempre que haya aceptado la premisa inicial, usted podrá acceder a la droga comprándola de manera legal en estancos y máquinas expendedoras, frecuentes en bares y algunos kioscos. Observará que hay múltiples marcas a su disposición. Si usted duda qué marca elegir pida consejo a personas conocidas fumadoras que no deseen dejarlo (recuerde que si quieren dejarlo es porque ellos empezaron sin aceptar la primera premisa). No intente pedir consejo a un no fumador o a un ex-fumador, pues por norma general estos no sólo no le aconsejarán qué marca elegir, sino que intentarán evitar que fume. En el caso de que cometa el error de preguntarles a estos sujetos y le convenzan, deberá volver a replantearse la primera premisa. Si por el contrario mantiene con voluntad firme el deseo de fumar y ya sabe qué marca escoger, vaya a obtener su primer paquete de cigarrillos.
Una vez con el paquete en la mano, obsérvelo. Podrá leer en él mensajes diseñados por el Ministerio de Salud para evitar que usted fume. Sin embargo, si usted realmente ha aceptado la primera premisa (cosa que se da por supuesta una vez ha llegado a este punto), estos mensajes no tendrán el más mínimo efecto sobre su voluntad. Así que proceda a abrir el papel celofán que lo recubre y levante la tapa superior. En el interior podrá ver un total de 20 cigarrillos con los filtros colocados hacia arriba. Saque uno y coloque la parte del filtro entre los labios. Este gesto es más fácil de asimilar si ha visto a alguien fumar antes. Si no lo ha visto, basta con señalar que el filtro debe quedar correctamente sujeto por los labios, de forma que pueda sujetar el cigarrillo en su conjunto sin necesidad de ayudarse de la mano ni de los dientes. En este momento lo que debe hacer es encender su primer cigarrillo. Para ello es precisa la utilización de un mechero, una cerilla o cualquier otra fuente de fuego. En este punto se recomienda el uso de mecheros o cerillas porque son fuentes de fuego de pequeño tamaño. Si usted usa para encenderlo fuentes de fuego de gran tamaño, tales como hogueras, lanzallamas o incendios forestales, corre el riesgo de sufrir quemaduras cutáneas y de que el cigarrillo se queme por completo, con lo cual quedará inutilizable. Usted podrá usar fuentes de fuego de gran tamaño si es capaz de aceptar estos riesgos. Una vez haya decidido y conseguido la fuente de fuego a utilizar acérquela a la punta del cigarrillo sujeto por los labios y manténgala un tiempo aproximado de un segundo mientras usted aspira. Sabrá que ha realizado bien esta maniobra si escucha el crepitar de la punta y observa su iluminación en un tono rojo incandescente. De forma simultánea a la aspiración puede retirar la fuente de fuego. Comprobará cómo con la práctica esta acción se vuelve rutinaria y de fácil manejo. Es importante destacar la forma de realizar la aspiración del humo correctamente. No intente contener el humo en la boca, pues es una sustancia irritativa y le provocará tos. Tiene que aspirar como si inspirase de manera normal pero a través del cigarrillo. El cigarrillo debe actuar en cada calada como un agente mediador entre el aire y los pulmones. Como si fuera una segunda boca. Si esta primera calada le ha salido mal no desespere, con el tiempo aprenderá a hacerlo de manera correcta y vistosa. Seguidamente proceda a separar el cigarrillo de la boca mientras mantiene el contenido de la aspiración en los pulmones y acto seguido espire. La espiración la puede realizar de diversas formas, según guste: puede hacerlo por la nariz o por la boca, siendo esta última la vía de salida del humo más utilizada, posiblemente debido a que el humo saldrá en función de la forma que usted le dé a sus labios y a la intensidad con que lo espire. Practique y pruebe nuevas técnicas de espiración delante del espejo hasta que encuentre la que más se adecúe con su personalidad. El resto del cigarrillo sigue el mismo proceso cíclico de aspiración-inspiración ahora explicado. Cuando llegue al final del mismo o desee dejar de fumar en ese momento por la razón que sea, usted tendrá que apagarlo. A este efecto existen unos elementos conocidos como ceniceros para que usted apriete contra ellos la brasa incandescente del cigarrillo ya fumado. Hágalo con energía o seguirá humeando. En el caso de que esté en la calle usted podrá dejarlo caer en la acera y los servicios de limpieza del Ayuntamiento se encargarán de recogerlo por usted.
Como podrá comprobar fumar es fácil y sólo requiere un poco de voluntad y un entrenamiento tenaz. Los primeros días es posible que usted no tenga ganas de seguir fumando. Para evitar esta situación oblíguese a fumar periódicamente hasta que sienta la necesidad de fumar. Una vez la sienta podrá felicitarse. En ese momento ya será un auténtico fumador adicto. Y podrá tirar estas instrucciones a la papelera.