martes, 7 de julio de 2009

Capgras

La explicación es que tuvo que ser otra persona. Otra tú. Una farsante. Y sin embargo tan parecida.
Es la única explicación que encuentro para que te recuerde así, de la única forma que consigo recordarte: desnuda contra la virginidad. Una copia de ti abrazándome en la cama. Aniquilándome.

Aquella persona (no tú, tú jamás me harías eso: fue tu doble) me castró para siempre. Ahí estoy yo, saliendo del cuarto como quien sale de una trinchera. Dejándome olvidado el pene con ella. Ya no importa si lo olvidé allí de manera consciente. Ya no importa si fue ella quien me lo arrancó. Sólo importa que yo creía (de hecho, estaba convencido) que podría volver a por él. Me giré antes de cerrar la puerta y todo parecía, todo me engañaba, todo era como si. La realidad es que esa fue la última vez que estuve en aquella guerra.

Está de más decir que no fue algo físico. Es obvio. No hace falta que demuestre que sigo teniendo pene, falo, polla, pito, rabo, picha, minga, chorra, cipote, pija, verga, existiendo ahí abajo como órgano, hecho todo él de piel, músculo y sangre, colgando de donde debe colgar. De lo que hablo es de un pene espiritual. Ahora vivo con un alma castrada y un recuerdo equivocado (porque no eras tú, guapa, sé que tú no serías capaz de algo tan terrible), ahora vivo igual que quien espera una carta de alguien que ha muerto.

El caso es que sólo quiero confesarte que he llegado a la conclusión (a buenas horas, mangas verdes) de que no fue de ti. Es la única explicación que se me ocurre. Yo me enamoré de tu imitación.

A veces sueño con muñecas decapitadas.

1 comentario:

tsk dijo...

veo que para tus sinónimos de pene te has documentado bien con Leonardo Dantés, jajaja