J.R., Madrid.
Nos encontramos en una habitación en penumbras, tenuemente iluminada por un cigarrillo que pende de los dedos de Alberto Berjón, autor del blog Letras Terminales. Un blog caracterizado por su contenido filosófico, sexual y controvertido, pero sobre todo literario. Alberto Berjón es un tipo excéntrico a la hora de hablar, no mira a los ojos y fuma mucho. Para que se hagan una idea de su grado de excentricidad, me pidió que le hiciera yo esta entrevista para publicarla ulteriormente en su blog. La idea me pareció tan extraña como atractiva, por lo que no dudé en aceptar a pesar de no haber hecho nunca antes una entrevista. Este es el resultado.
J.R.: Buenas tardes.
A.B.: Hola. ¿Quiere un cigarrillo?
J.R.: Lo cierto es que lo he dejado, pero parece casi obligatorio para entrevistar a alguien como usted. Deme. [Acerca su cajetilla a mis manos. Cojo un cigarrillo]
J.R.: Bien. Empecemos por el principio. ¿Por qué Letras Terminales?
A.B.: En realidad Letras Terminales no es el principio de nada. De hecho, el título no fue más que una improvisación. Uno siempre tiene la impresión de que grandes títulos ocultan grandes fallos. Por eso ahora no pienso mucho en los títulos. Al principio sí, cuando empecé a escribir me centraba principalmente en el título. Después dedicaba todos mis esfuerzos a los finales. Y después a las introducciones, luego al nudo... Pero ahora no me centro en absolutamente nada. [Apaga su cigarrillo]
J.R.: ¿Esas evoluciones, si puede decirse así, se han correspondido con algún suceso puntual en su biografía?
A.B.: [Se queda pensativo] Yo diría que no. No han sido cambios bruscos. Fue todo muy progresivo, como poner un ladrillo encima de otro y así hasta este momento, en el que me alejo para ver el muro que se ha construido. Es cuando lo miras que te das cuenta de que los primeros ladrillos que habías puesto se cayeron hace tiempo y que todo se ha ido al carajo. Que has estado construyendo sobre algo que ya no existe.
J.R.: Háblenos de su método creativo. ¿Tiene o ha tenido alguno definido? Y si es así, ¿también ha ido creciendo a lo largo del tiempo y los textos publicados?
A.B.: No hay método alguno, si bien es cierto que al principio las mejores ideas me venían estando de resaca. Pero ahora ya no es así. Las resacas ya no son tan agradables. Ahora me limito a situarme ante el espacio en blanco y a escribir del tirón, a veces sobre alguna idea previa, otras veces todo es más improvisado. Si me disculpa, voy al baño. Es por la cerveza. [Sonríe, se levanta y va al baño. Al cabo de unos minutos vuelve subiéndose la bragueta] Ya está.
J.R.: Una de las categorías de su página se llama Mundo Personal. Sin embargo nunca profundiza mucho en dichos textos. ¿Se desnuda el autor alguna vez a través de la piel de los personajes ficticios y las historias inventadas?
A.B.: Quien me conoce lo sabe. Yo sólo me desnudo para ducharme, para cambiarme de ropa y para follar, ya sea solo o acompañado. [Calla unos segundos] Aunque no niego que pueda haber algo de verdad en lo que escribo.
J.R.: Precisamente lo preguntaba porque esa es la impresión del gran número de conocidos suyos con los que he podido hablar. Casi da la impresión de que de alguna forma la pose del autor ha acabado engullendo a la persona. ¿Es así, o quizás es la persona la que se ha terminado pareciendo al personaje?
A.B.: Bueno, cuando estoy a solas no es así. Es peor.
J.R.: ¿Peor en qué sentido?
A.B.: En que estando a solas es cuando me doy cuenta de que realmente no hay persona. La persona es el personaje que interpreto y el personaje que "he creado" es lo único que soy.
J.R.: Comprendo. Su personaje, al menos en apariencia, tiene cierta química con algunos de sus amigos que también escriben. ¿Se siente cómodo haciendo colaboraciones o proyectos conjuntos, o viendo cómo de sus textos nacen obras derivadas?
A.B.: Me siento igual de cómodo que cuando salgo a tomar unas cañas con mis amigos.
J.R.: Y, hablando de esa relación entre cerveza y literatura, ¿no cree que a veces hay demasiada nicotina en lo que escribe?
A.B.: Hay demasiada nicotina en mi vida en general. [Enciende un cigarrillo]
J.R.: Hay determinados temas recurrentes en su página, pero de todos ellos parece que la muerte tiene algo de fetiche. ¿Es toda esa nicotina de más una forma metafórica de buscarla?
A.B.: No es que la busque, es que me he rendido hace tiempo. La muerte siempre gana. Y reconozco que me da miedo, siempre he tenido miedo a morir. Es terrorífico saber que todos, absolutamente todos, vamos a morir.
J.R.: Son varias las veces que se ha declarado nihilista. ¿Por qué escribir entonces si sus textos no buscan una vida perdurable tras esa muerte?
A.B.: Eso es mentira. Precisamente los textos buscan perdurar todo lo posible, aunque sólo sea un poquito más que yo. A pesar de que estén condenados a fracasar.
J.R.: La voluntad de la vida en el recuerdo por la obra no parece una actitud muy nihilista.
A.B.: Soy nihilista pero humano.
J.R.: ¿Qué características le exige a sus lecturas?
A.B.: Que sean mejores que lo que yo escribo.
J.R.: ¿Quiere eso decir que llegar a publicar algo no entra en sus aspiraciones?
A.B.: No creo que nadie pueda querer publicar algo escrito por mí. No creo que fuera rentable para la editorial. [Apaga el cigarrillo tras una larga calada]
J.R.: Algunos de sus textos son mordientes críticas a la obra de otros autores o hacia determinados personajes públicos. ¿Cuánto tienen de simbólico esas defenestraciones y cuánto de mera satisfacción?
A.B.: La iconoclasia es una forma de masturbación.
J.R.: ¿Mejor o peor que cuando escribe algo cargado de sexualidad?
A.B.: Diferente. El sexo es diferente a la iconoclasia. [Calla, tuerce el labio unos segundos antes de seguir] Aunque igual de placentero.
J.R.: Si un régimen totalitario comenzara a quemar todos los libros de la humanidad y usted pudiera salvar de las llamas únicamente a un autor, ¿podría elegir labibliografía de algún escritor en concreto?
A.B.: [Permanece callado largo rato] Ahora mismo no podría decidirme. Cortázar, Bolaño, Hesse, Philip Roth... Hay muchos que merecen una redención, por pequeñita que sea. Eso sí, lo que sé con seguridad es que tiraría al fuego a Paulo Coelho?
J.R.: ¿Para cuándo una defenestración onanista de Paulo Coelho?
A.B.: Tiene que surgir. No todo es cuestión de escupir impulsivamente.
J.R.: ¿Qué sentimiento le evocaría conocer que a un hipotético lector le excitase alguno de sus textos?
A.B.: ¿Que le excitase en qué sentido?
J.R.: Sexualmente.
A.B.: Supongo que me resultaría indiferente, siempre y cuando no esté leyéndolo cerca de mí.
J.R.: ¿Y si fuera una lectora?
A.B.: Si fuera una lectora no estaría nada mal que estuviera leyéndolo cerca de mí.
J.R.: ¿Alguna vez ha utilizado la literatura como arma de seducción?
A.B.: Sí, pero le aseguro que a mí no me funcionó. Por desgracia.
J.R.: Uno de los adjetivos con el que sus lectores más se refieren a su obra es "visceral". ¿Se considera así ya sea en el fondo o en la forma?
A.B.: No sé a qué lectores ha preguntado (tampoco tengo tantos), pero no tengo ni puta idea de qué quieren decir con eso. Visceral es un adjetivo tan comodín para la crítica como lo puede ser "ecléctico". Pero como suena tan bien, diré que estoy completamente de acuerdo. Soy todo vísceras.
J.R.: ¿Ha llorado alguna vez escribiendo algo?
A.B.: No. Pero he llorado antes de escribir algo.
J.R.: ¿Llegó ese texto a ver la luz?
A.B.: Depende qué se entienda por ver la luz. Puedo decir que llegó a donde tenía que llegar.
J.R.: ¿Alguna vez le ha ilusionado algún comentario que le hayan escrito en su página?
A.B.: Sí. Siempre te hace un poco de ilusión que alguien pierda el tiempo contigo.
J.R.: ¿Quién es su peor crítico?
A.B.: Esta pregunta me la ha hecho para que le diga que soy yo, que soy muy exigente con lo que escribo y todas esas pamplinas. Bueno, pues es cierto. Soy yo.
J.R.: ¿Y en segundo lugar?
A.B.: No es que me critiquen mucho.
J.R.: Literariamente hablando, ¿tiene alguna espina clavada?
A.B.: Lo que tengo es un montón de cosas sin acabar. Y parecen pedirme prórroga ad infinitum.
J.R.: Por último, su página se ha caracterizado siempre por una gran austeridad en lo que a la presentación se refiere. De hecho hace tan sólo unos días publicó por primera vez una imagen. Háblenos de ese afán por la estética minimalista.
A.B.: No se lleve a engaños. No es minimalismo. Se trata, lisa y llanamente, de vagancia. Puta vagancia.
[Nos levantamos los dos. Nos estrechamos las manos y todo parece estar a punto de desaparecer]
J.R.: Bien, pues hasta aquí esta entrevista con Alberto Berjón. Muchas gracias por su tiempo. Buenas tardes.
A.B.: Buenas tardes. Cierre bien la puerta al salir.
Nos encontramos en una habitación en penumbras, tenuemente iluminada por un cigarrillo que pende de los dedos de Alberto Berjón, autor del blog Letras Terminales. Un blog caracterizado por su contenido filosófico, sexual y controvertido, pero sobre todo literario. Alberto Berjón es un tipo excéntrico a la hora de hablar, no mira a los ojos y fuma mucho. Para que se hagan una idea de su grado de excentricidad, me pidió que le hiciera yo esta entrevista para publicarla ulteriormente en su blog. La idea me pareció tan extraña como atractiva, por lo que no dudé en aceptar a pesar de no haber hecho nunca antes una entrevista. Este es el resultado.
J.R.: Buenas tardes.
A.B.: Hola. ¿Quiere un cigarrillo?
J.R.: Lo cierto es que lo he dejado, pero parece casi obligatorio para entrevistar a alguien como usted. Deme. [Acerca su cajetilla a mis manos. Cojo un cigarrillo]
J.R.: Bien. Empecemos por el principio. ¿Por qué Letras Terminales?
A.B.: En realidad Letras Terminales no es el principio de nada. De hecho, el título no fue más que una improvisación. Uno siempre tiene la impresión de que grandes títulos ocultan grandes fallos. Por eso ahora no pienso mucho en los títulos. Al principio sí, cuando empecé a escribir me centraba principalmente en el título. Después dedicaba todos mis esfuerzos a los finales. Y después a las introducciones, luego al nudo... Pero ahora no me centro en absolutamente nada. [Apaga su cigarrillo]
J.R.: ¿Esas evoluciones, si puede decirse así, se han correspondido con algún suceso puntual en su biografía?
A.B.: [Se queda pensativo] Yo diría que no. No han sido cambios bruscos. Fue todo muy progresivo, como poner un ladrillo encima de otro y así hasta este momento, en el que me alejo para ver el muro que se ha construido. Es cuando lo miras que te das cuenta de que los primeros ladrillos que habías puesto se cayeron hace tiempo y que todo se ha ido al carajo. Que has estado construyendo sobre algo que ya no existe.
J.R.: Háblenos de su método creativo. ¿Tiene o ha tenido alguno definido? Y si es así, ¿también ha ido creciendo a lo largo del tiempo y los textos publicados?
A.B.: No hay método alguno, si bien es cierto que al principio las mejores ideas me venían estando de resaca. Pero ahora ya no es así. Las resacas ya no son tan agradables. Ahora me limito a situarme ante el espacio en blanco y a escribir del tirón, a veces sobre alguna idea previa, otras veces todo es más improvisado. Si me disculpa, voy al baño. Es por la cerveza. [Sonríe, se levanta y va al baño. Al cabo de unos minutos vuelve subiéndose la bragueta] Ya está.
J.R.: Una de las categorías de su página se llama Mundo Personal. Sin embargo nunca profundiza mucho en dichos textos. ¿Se desnuda el autor alguna vez a través de la piel de los personajes ficticios y las historias inventadas?
A.B.: Quien me conoce lo sabe. Yo sólo me desnudo para ducharme, para cambiarme de ropa y para follar, ya sea solo o acompañado. [Calla unos segundos] Aunque no niego que pueda haber algo de verdad en lo que escribo.
J.R.: Precisamente lo preguntaba porque esa es la impresión del gran número de conocidos suyos con los que he podido hablar. Casi da la impresión de que de alguna forma la pose del autor ha acabado engullendo a la persona. ¿Es así, o quizás es la persona la que se ha terminado pareciendo al personaje?
A.B.: Bueno, cuando estoy a solas no es así. Es peor.
J.R.: ¿Peor en qué sentido?
A.B.: En que estando a solas es cuando me doy cuenta de que realmente no hay persona. La persona es el personaje que interpreto y el personaje que "he creado" es lo único que soy.
J.R.: Comprendo. Su personaje, al menos en apariencia, tiene cierta química con algunos de sus amigos que también escriben. ¿Se siente cómodo haciendo colaboraciones o proyectos conjuntos, o viendo cómo de sus textos nacen obras derivadas?
A.B.: Me siento igual de cómodo que cuando salgo a tomar unas cañas con mis amigos.
J.R.: Y, hablando de esa relación entre cerveza y literatura, ¿no cree que a veces hay demasiada nicotina en lo que escribe?
A.B.: Hay demasiada nicotina en mi vida en general. [Enciende un cigarrillo]
J.R.: Hay determinados temas recurrentes en su página, pero de todos ellos parece que la muerte tiene algo de fetiche. ¿Es toda esa nicotina de más una forma metafórica de buscarla?
A.B.: No es que la busque, es que me he rendido hace tiempo. La muerte siempre gana. Y reconozco que me da miedo, siempre he tenido miedo a morir. Es terrorífico saber que todos, absolutamente todos, vamos a morir.
J.R.: Son varias las veces que se ha declarado nihilista. ¿Por qué escribir entonces si sus textos no buscan una vida perdurable tras esa muerte?
A.B.: Eso es mentira. Precisamente los textos buscan perdurar todo lo posible, aunque sólo sea un poquito más que yo. A pesar de que estén condenados a fracasar.
J.R.: La voluntad de la vida en el recuerdo por la obra no parece una actitud muy nihilista.
A.B.: Soy nihilista pero humano.
J.R.: ¿Qué características le exige a sus lecturas?
A.B.: Que sean mejores que lo que yo escribo.
J.R.: ¿Quiere eso decir que llegar a publicar algo no entra en sus aspiraciones?
A.B.: No creo que nadie pueda querer publicar algo escrito por mí. No creo que fuera rentable para la editorial. [Apaga el cigarrillo tras una larga calada]
J.R.: Algunos de sus textos son mordientes críticas a la obra de otros autores o hacia determinados personajes públicos. ¿Cuánto tienen de simbólico esas defenestraciones y cuánto de mera satisfacción?
A.B.: La iconoclasia es una forma de masturbación.
J.R.: ¿Mejor o peor que cuando escribe algo cargado de sexualidad?
A.B.: Diferente. El sexo es diferente a la iconoclasia. [Calla, tuerce el labio unos segundos antes de seguir] Aunque igual de placentero.
J.R.: Si un régimen totalitario comenzara a quemar todos los libros de la humanidad y usted pudiera salvar de las llamas únicamente a un autor, ¿podría elegir labibliografía de algún escritor en concreto?
A.B.: [Permanece callado largo rato] Ahora mismo no podría decidirme. Cortázar, Bolaño, Hesse, Philip Roth... Hay muchos que merecen una redención, por pequeñita que sea. Eso sí, lo que sé con seguridad es que tiraría al fuego a Paulo Coelho?
J.R.: ¿Para cuándo una defenestración onanista de Paulo Coelho?
A.B.: Tiene que surgir. No todo es cuestión de escupir impulsivamente.
J.R.: ¿Qué sentimiento le evocaría conocer que a un hipotético lector le excitase alguno de sus textos?
A.B.: ¿Que le excitase en qué sentido?
J.R.: Sexualmente.
A.B.: Supongo que me resultaría indiferente, siempre y cuando no esté leyéndolo cerca de mí.
J.R.: ¿Y si fuera una lectora?
A.B.: Si fuera una lectora no estaría nada mal que estuviera leyéndolo cerca de mí.
J.R.: ¿Alguna vez ha utilizado la literatura como arma de seducción?
A.B.: Sí, pero le aseguro que a mí no me funcionó. Por desgracia.
J.R.: Uno de los adjetivos con el que sus lectores más se refieren a su obra es "visceral". ¿Se considera así ya sea en el fondo o en la forma?
A.B.: No sé a qué lectores ha preguntado (tampoco tengo tantos), pero no tengo ni puta idea de qué quieren decir con eso. Visceral es un adjetivo tan comodín para la crítica como lo puede ser "ecléctico". Pero como suena tan bien, diré que estoy completamente de acuerdo. Soy todo vísceras.
J.R.: ¿Ha llorado alguna vez escribiendo algo?
A.B.: No. Pero he llorado antes de escribir algo.
J.R.: ¿Llegó ese texto a ver la luz?
A.B.: Depende qué se entienda por ver la luz. Puedo decir que llegó a donde tenía que llegar.
J.R.: ¿Alguna vez le ha ilusionado algún comentario que le hayan escrito en su página?
A.B.: Sí. Siempre te hace un poco de ilusión que alguien pierda el tiempo contigo.
J.R.: ¿Quién es su peor crítico?
A.B.: Esta pregunta me la ha hecho para que le diga que soy yo, que soy muy exigente con lo que escribo y todas esas pamplinas. Bueno, pues es cierto. Soy yo.
J.R.: ¿Y en segundo lugar?
A.B.: No es que me critiquen mucho.
J.R.: Literariamente hablando, ¿tiene alguna espina clavada?
A.B.: Lo que tengo es un montón de cosas sin acabar. Y parecen pedirme prórroga ad infinitum.
J.R.: Por último, su página se ha caracterizado siempre por una gran austeridad en lo que a la presentación se refiere. De hecho hace tan sólo unos días publicó por primera vez una imagen. Háblenos de ese afán por la estética minimalista.
A.B.: No se lleve a engaños. No es minimalismo. Se trata, lisa y llanamente, de vagancia. Puta vagancia.
[Nos levantamos los dos. Nos estrechamos las manos y todo parece estar a punto de desaparecer]
J.R.: Bien, pues hasta aquí esta entrevista con Alberto Berjón. Muchas gracias por su tiempo. Buenas tardes.
A.B.: Buenas tardes. Cierre bien la puerta al salir.
6 comentarios:
Repartiendo ilusion desde el otro lado del Atlantico.
"A la hora de elegir entre cantidad o calidad, los que suelen comentar en tu blog no dudaron un sólo segundo."
¿Y esto a qué viene?
"Consideré adecuado informarte por si no te habías dado cuenta, querida censora."
¿Y con qué derecho crees tú que puedes venir a mi blog a despreciar mi trabajo y a mis lectores? Las cosas cuando se dicen con prepotencia y sin respeto ya no valen nada.
Y no se trata de censura. La mierda no se censura, se limpia. Si hubieras sido respetuoso allí se quedaría el comentario, como todos, pero cuando vienes a insultar a mis lectores, lo siento mucho, pero el comentario se va a eliminar. Ellos no merecen ese trato por parte de nadie.
"Que parece que la tengas activada exclusivamente para que tus lectores y sus discursos oligofrénicos te aplaudan."
No, mira, está activada para todo el mundo excepto para gilipollas prepotentes que se creen con derecho de venir a insultar a la gente que me lee. Sus comentarios pueden ser mejores o peores, pueden tener o no razón, pero ni tú ni nadie tiene derecho a faltarles al respeto.
Te pediría que por favor no te molestes en contestar. Yo con personas que no tienen respeto no quiero tener nada que ver.
Como observador internacional me veo en la obligación de publicar el comentario completo aquí, que es el único lugar donde puede seguirse toda la "conversación":
Alberto Berjón García dijo...
"¿Perdón? No sé dónde has leído que yo haya despreciado tu trabajo (un momento, ¿has dicho trabajo? ¿En serio te tomas esto como si fuera un trabajo?) y que yo haya despreciado a tus lectores, entre los que parece que tengo la poca fortuna de encontrarme (a-ja-já: ¡sorpresa!). Lo que he despreciado es la calidad de los comentarios que te dejan, los cuales me parece que aportan más bien poco. Y tampoco es que me haya pasado en el oprobio, a mi parecer es una descripción bastante certera de lo que aquí se cuece. En otras palabras, mucho ruido y pocas nueces.
Además me gustaría aclararte que, por mucho que te duela, el derecho a opinar lo que quiera en tu blog me lo has otorgado tú. Si tanto te molesta, desactiva la opción de que te escriban comentarios. Que parece que la tengas activada exclusivamente para que tus lectores y sus discursos oligofrénicos te aplaudan.
Así que ya sabes, si tú opinas que la mierda se tiene que limpiar, yo te puedo decir lo mismo del polvo aburrido que se te está acumulando debajo de tus entradas. Puedes ir empezando con todo eso de ahí arriba.
PS: De todas formas, ¿era necesario todo esto? ¿No son mayorcitos tus "lectores" para defenderse ellos mismos?"
Lo de la imagen (y el cambio de cabecera) fué un hito, es cierto.
La entrevista tiene bastantes partes pedantemente guays.
Ahora me acuerdo de "Higiene del asesino" (de Nothomb también, claro está).
Uy, menuda Cara B hay aquí.
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