martes, 12 de febrero de 2008

Diario de un onanista

Lo más fácil es quedarte con lo que te queda más a mano. Repetir el movimiento una y otra vez porque simplemente funciona. Debe ser instinto animal. Nadie te enseñó a hacerlo. La primera vez fue hace tanto tiempo, fue tan torpe, tan embarazosa. Pero ahora ya te sabes el ritual de los kleenex. Ahora eres tan eficiente eliminando pruebas que podrías llamar a un ejército de forenses y no encontrarían ni un maldito espermatozoide. Cuestión de experiencia. Ya sabes encontrar el material para conseguir una estimulación propicia. Ya sabes pensar en las personas adecuadas cuando cierras los ojos y todo cobra sentido. Un mensaje de tu cerebro directamente hacia el final de tu médula espinal. Y un montón de endorfinas al final. Pero a pesar del dominio de la técnica, a pesar de la mecánica perfectamente medida, a pesar de que la ejecución sea impecable, a pesar de que después de todo te sientas agusto, siempre queda ese hueco en el pecho. El único hueco que nunca podrá rellenar tu mano derecha. Y eso es el amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

genial,
nunca supe describir mejor una paja.

Zorro del Desierto dijo...

Jajajaja, excelente, excelente. Concuerdo con el primer comentario pero sobre todo pienso que no se puede llenar el vacío con más vacío. Tengo un blog donde en principio hablaba sobre onanismo, un vicio que traté de "curar" con P*tas, me gustaría que lo visitara y me diera su opinión. Saludos desde historialdeunonanista.blogspot.com