domingo, 3 de febrero de 2008

Paritorio

Todos nuestros hijos nacieron muertos. Al nacer no lloraron, se rieron de nosotros. Se aplastaron contra la vida, como cigarrillos contra el cenicero. Nos aplastaron contra la vida: ellos, que no tenían fuerzas. Y decidieron cambiar su futuro por nuestro abismo.
Ahora cuando hablamos lo hacemos a solas. En secreto pensamos preguntas terribles, pero sabemos que preguntar no serviría de nada porque no hay respuestas ni consuelo posibles. Estamos encerrados en un apartamento o en una cárcel hecha de recuerdos hechos de fetos muertos: ellos con su silencio de necrópolis construyeron el nuestro. En nuestro piso, en nuestro Chernóbil particular, todo huele a cadáver.
Me gustaría irme lejos de aquí. Porque tú representas mi fracaso. Porque quizás ya no te quiero ver nunca más. Porque dormir a tu lado ya no es dormir contigo.
Pero a veces te acercas, me dices: dejémoslo todo atrás. Volvámoslo a intentar.

Entonces cierro los ojos
y tengo agujeros en los párpados.

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