Es extraño que hablen sobre ti a pesar de saber que estás escuchando, piensa Alberto Berjón García mientras fuma un Winston. Podría ser considerado como desprecio o como respeto. ¿Pero qué clase de respeto te ignora? El caso es que no pudo decir nada, atónito ante discusiones que le incumbían y que a la vez le excluían, como si él fuera sólo una excusa para sacar los dientes, como si él fuera algo ajeno al cruce de balas. Es cierto que estuvo a punto de abrir la boca, quizás la abrió en verdad como quien se dispone a gritar y se contiene en el último momento para dejar escapar sólo un suspiro mediocre, imperceptible por los que están afanados en la guerra dialéctica. Quizás lo mejor habría sido entrar a formar parte activa de la discusión, pero una expectación voyeur intrínseca le animó a la pasividad, a ver cómo especulaban sobre cosas que ellos no sentían, ver que sólo se aproximaban e interpretaban, como los curas cuando hablan de cosas que nunca han visto. Alberto no pudo aguantarlo mucho tiempo, así que se fue recordando por qué ya no iba a misa. Porque odiaba ser sólo una tercera persona del singular más.
1 comentario:
Y aquí estoy yo, entrometida, escuchando una conversación sobre otra persona. Y sin embargo tengo la certeza de que de algún modo me incluye. De hecho, sospecho que se produce precisamente para que curisos como yo no solamente la presenciemos sino que participemos en ella. Así que abro la ventana indiscreta para opinar sobre el sujeto en cuestión. Y acto seguido la vuelvo a cerrar porque, después de haber escuchado todas las conversaciones sobre él al alcance de mis ojos, llego a la conclusión que no tengo nada mejor que añadir. Quizás solamente que es un poco gilipollas. Pero eso ya se lo ha dicho él mismo ;).
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