Cuando te sacan una foto no sólo te están sacando una foto. Cuando te sacan una foto y miras al objetivo no miras sólo a la lente de un cacharro de 7 x 5 x 3 cm. Te miras a ti mismo, 10, 20 o 30 años más viejo, sentado en un sillón una tarde de domingo repasando viejas fotografías, viendo tu imagen de joven, la imagen que exportas cada vez que salta el flash sobre ti. No paramos de mandarnos cartas al futuro. Piensa en esto cuando te apunten con una Canon cargada. Cuando te digan: ¡sonríe! Piensa que cuando todos sean unos viejos decrépitos cogerán tu foto, esa para la que estás a punto de posar, y llorarán usándote como excusa. Se les correrá el rimel sobre tu cara recordando esa nochevieja. A ti también se te correrá el rimel. Viéndote a ti misma, cuando estabas mucho mejor, mucho más borracha, mucho más sonriente. O viéndote a ti de vieja, dentro del objetivo, esperándote.
Por eso siempre salgo en las fotos con cara de susto.
Por eso siempre salgo en las fotos con cara de susto.
1 comentario:
Me dio por leer algunas entradas antiguas de tu blog, y ésta me recordó a este minitexto de Mario Benedetti:
Las fotografías del antaño lejano y del antaño cercano nos miran y no se cansan de mirarnos, siempre con la misma pregunta: «¿Y qué pasó después?». A veces les respondemos pero la respuesta no les llega. Están aislados, inmóviles, sordos los pobres. Hay fotos que nos dejan amor, afectos, lealtades, simpatía, y no las podemos olvidar. Otras que nos dejan odios, enconos, fobias, desdenes; tampoco las podemos olvidar. A las primeras las encuadramos; a las segundas, las archivamos con otros desperdicios. Hay poses de familia que son una síntesis de tiempo, pero también hay instantáneas que son apenas el pellizco de un pasado minúsculo. También nosotros, móviles y vivientes, vamos de apoco metiéndonos en fotos, y en ellas (por ahora) nos miramos a nosotros mismos. Pero los habitantes del 2008 o el 2009 mirarán nuestros rostros fotografiados y desde ellos les preguntaremos: «¿Qué pasó después?». Qué cosa, ¿no?
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