Coja una pizca de casualidad y póngala a fuego lento. El tiempo de cocción varía mucho de unas ocasiones a otras. Algunas veces tendrá que esperar meses o incluso años hasta que la casualidad esté lista para ser consumida. Lo más importante es que sea paciente. Una vez hecha podrá sacarla del fuego. Observe cómo dentro de la casualidad afloran ahora múltiples opciones de distintos colores. Las opciones que aparezcan dependerán del tipo de casualidad que surja. Así, por ejemplo, una casualidad del tipo encuentro-fortuito-nocturno presentará, por norma general, las siguientes opciones: sexo de una noche (color rojo), relación sentimental seria (color verde), charla amistosa (color azul), desencuentro final (color negro) y crimen pasional (rojo burdeos, color vino). Observe las opciones un tiempo y sopese cuál le resulta más apetecible. Esta decisión es importante que se haga lo más pronto posible, puesto que la casualidad una vez está madura tarda muy poco tiempo en caducar. Por tanto es recomendable que mientras esté cocinando una casualidad no baje nunca la guardia, por mucho que tarde en aparecer, puesto que en cuento esté lista se verá en la vicisitud de elegir cuanto antes una opción dentro de la misma o, en caso de que no lo haga, perderá dichas oportunidades para siempre. Guíese por sus preferencias en ese momento y elija una opción. Tenga en cuenta que rara vez podrá cocinar más de una opción, ya que, en cuanto separe su opción electa, el resto del conjunto de la casualidad tenderá a la putrefacción inmediata. Separe pues la opción que desee y sírvala con una salsa adecuada al sabor. Por ejemplo, las opciones románticas tienen un excelente maridaje con salsas de tonalidades dulces. Una vez servida, consúmala sin moderación. Las otras opciones desechadas deberán ser olvidadas cuanto antes para evitar remordimientos y demás sensaciones sin mayor utilidad que la autoflagelación. Por último, sólo nos queda recomendarle ser consecuente con sus elecciones y desearle que, haga lo que haga, sea feliz.
3 comentarios:
Yo soy coleccionista de opciones olvidadas. Ya tengo un montón de momias de lo que pudo haber sido. A veces me alegran la vista, otras me la nublan. Nunca me sirven para nada, pero no puedo evitarlo. Tal vez padezca una variante del síndrome de Diógenes.
Dentro del corazón de cada Andewail late un pequeño Cortazar que busca el tiempo que nunca pasó para el original. Esta es un 10.
Y ya puestos felicitar la genialidad de mi constelación preferida, que con la excusa de un comentario ha hecho un minipost acojonante.
Un saludo a los dos,
Idem
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