Me muevo como un animal herido. Mis ojos no pueden deternerse, inmersos en un balanceo acompasado con el rítmico caer de párpados. No sé si es porque estoy borracho o es que ya he perdido mucha sangre. Estoy tan débil que sólo puedo caer. Entonces la calle se llena de monstruos a mi alrededor. No nos dejes, dicen una y otra vez. También dicen mi nombre. Puede que la siguiente caída de párpados sea la última. Podía haber sido tan sólo una noche más. Pero apareció aquel hombre. Y fue la cartera a cambio de una puñalada. No hubo más transacción que esa. Y ahora con los ojos cerrados sólo hay ruido. En medio aparece un sonido de terror. Me parece que las sirenas llegan demasiado tarde. ¡Ja! Por lo menos seré un titular en la sección de sucesos. Otros no pasan de la esquela. Dejen paso, se escucha. Dejen paso. Y después los monstruos callan para siempre.
3 comentarios:
La culpa es de Zapatero, la culpa es de Zapatero! gritaban algunos entre la multitud...
Es más fácil echarle la culpa a uno y señalarle que asumir que todos somos en conjunto culpables...
ni uno ni otro...echemosle la culpa a la casualidad...
Publicar un comentario